Aunque todavía no podemos despedirnos completamente del que ha sido nuestro compañero de viaje durante 2 años, ahora sí que podemos empezar a hablar de postpandemia. En este contexto, el mundo de los eventos vuelve a coger fuerza como acto humano por unir y volver a compartir experiencias en un mismo espacio.
Los eventos presenciales vuelven a situarse en el centro de atención, aunque el formato híbrido sigue imponiéndose como favorito para seguir respetando algunas medidas de seguridad y garantizar el bienestar de todos los asistentes aprovechando el potencial recientemente descubierto de los eventos virtuales.
Los eventos híbridos son aquellos que se realizan de manera semipresencial, respetando ratios de asistencia no muy elevados y combinando el espacio físico con la interacción online, ya sea por parte de ponentes, invitados o asistentes para garantizar la bidireccionalidad de la experiencia y la participación conjunta.
Este formato permite la fusión de dos mundos que bien combinados resultan innovadores y atractivos. La tendencia por explorar maneras para dinamizar de este tipo de actos ha logrado dotar a los eventos híbridos de productos que permiten establecer nuevas formas de interacción, donde la superación de las barreras tecnológicas pasa a ser el elemento central.
Uno de los factores que juega en contra de los eventos híbridos serían los costes organizativos, ya que los presupuestos asignados deben afrontar el desarrollo del evento de manera presencial y, además, sumarles a estos el coste de plataformas digitales, servicios de streaming u otros requerimientos para hacer posible también el formato online.
2022 ya se considera en muchos aspectos un año híbrido y de transición entre la tradición y las nuevas adopciones, aunque este tipo de eventos han llegado para quedarse y en 2023 continuará esta tendencia al alza, donde el objetivo principal será seguir ofreciendo actos que además de eliminar fronteras, pueden resultar más completos, inclusivos y globales.